¿Quién no recuerda de su infancia, o si ha tenido la suerte de comprar juguetes a sus hijos pequeños, coches con ojos, sonrisa, nariz y alegría? Los niños son muy sencillos y complicados a la vez. Son pura emoción y, gracias a ella, son únicos e irrepetibles, aunque a la vez vuelvan locos a sus padres. Esa emoción no desaparece a medida que maduramos y evolucionamos, aunque a veces queda oculta y debemos verla con ojos de niño.
Los expertos en marketing saben muy bien cómo emocionar a través de su mensaje, pero, ¿y si el producto fuera pura emoción? Vehículos con su propia entidad y su propio valor; algo que va más allá de la simple propiedad del mismo. Un compañero que interactúa con sus usuarios y su entorno, aprenden con cada interacción y almacenan todo el conocimiento y el historial. Todo con una relación más humana y cercana.
Hoy, los modelos de lenguaje o LLMs son la base de numerosos agentes que asisten en distintas tareas y procesos en cualquier industria. El vehículo inteligente con su propia entidad es su agente en sí mismo y un compañero tecnológico que humaniza la tecnología y la experiencia de uso. En resumen, automóviles con personalidad o autonality gracias a la IA y que, incluso, es tokenizable en una cadena de bloques garantizando la trazabilidad digital completa de la propiedad del activo.